Nietzsche
Friedrich Wilhelm Nietzsche: “Yo no soy un hombre, soy dinamita”.
  Crítica a los valores occidentales
Crítica a la moral tradicional
Crítica a la religión
Crítica a la metafísica
Crítica a las ciencias
El nihilismo
El superhombre
 

José Mª Calvo Andrés

      

Buenas tardes y bienvenidos todos a esta vuestra casa, el Ateneo Escurialense.

         Hoy está con nosotros de nuevo la filosofía. Me pregunto de nuevo ¿Qué puede ofrecernos la filosofía? A los niños puede ayudarles a aprender a ser, a aprender a pensar por sí mismos, a sentir, a razonar, a argumentar, a tener pensamiento crítico y creativo para no dejarse adoctrinar ni manipular por otros, a vivir que es convivir, vivir con otros, a con sentir que es también sentir con los otros, a simpatizar, es decir a tener pazos, a comprender a los otros, a desarrollar un carácter y una personalidad equilibradas, para llegar a ser personas y ciudadanos responsables….

         Podría continuar enumerando los objetivos a conseguir en la educación de los jóvenes, pero ¿a los mayores qué? ¿Están educados ya? ¿Qué puede ofrecerles la filosofía? La filosofía nos ayuda a vivir, a mantener nuestra salud mental.

        Lo que la medicina es para el cuerpo, es la filosofía para el alma, dice el filósofo griego Epicuro, y continúa: una filosofía que no ayude a vivir mejor, no merece la pena. 

         Es una toma de conciencia. Conciencia de la vida, de nuestra vida. Esta vida como baile de vida y muerte, de creación y putrefacción. En algún instante de ella, perdimos la unión con la naturaleza y nos quedamos con el deseo, con un anhelo profundo hacia esa unión. Tal vez estamos aquí en el Escorial y en este Ateneo Escurialense queriendo satisfacer este anhelo. Algo ha desaparecido y lo buscamos con ahínco. Tendemos a una nueva armonía mente cuerpo, a una nueva naturaleza.

        Como de costumbre y siguiendo las pautas de lo que es la verdadera filosofía, propongo una especie de tertulia, de diálogo. Uno de los objetivos que siempre se ha propuesto el ser humano y la sociedad, es aprender a dialogar con respeto y libertad. Podríamos llamarlo debate, discusión, etc., siempre que tengamos presente a lo que venimos. Lo contrario nos ha costado caro a lo largo de la historia.

         El diálogo, el verdadero diálogo nos invita a abrirnos a las opiniones de los otros miembros, pensando en que vamos a enriquecernos de esta diversidad de opiniones. Cada uno vemos las cosas desde nuestra circunstancia concreta, que se enriquece desde las circunstancias de los otros. Eso no quiere decir que no defendamos nuestras opiniones y nuestras creencias, pero con una actitud de pensar que podemos estar equivocados, o que los demás participantes pueden mostrar aspectos del tema que nosotros solos no vemos.

         Un médico, por ejemplo tiene su creencia acerca de la situación de un enfermo, pero puede apoyarse en otras opiniones, enriquecerá su punto de vista, y el enfermo tendrá más oportunidades de curarse.

        Una conversación es como una danza. Se tiene que encontrar quien quiera participar en ella; luego se puede seguir el ritmo o no, hay gestos, miradas… La comunicación no verbal es importante.

         Tengamos presente que hay muchos enemigos del diálogo, no solo en la defensa de nuestras creencias, sino también en lo que sustenta estas creencias, en lo que subyace detrás de ellas.

El diálogo respeta al otro, no intenta cambiarlo, de la misma manera que yo no quiero que el otro quiera cambiarme a mí. Nadie tiene derecho a intentar cambiar a nadie. Ya cambiaré yo si veo que tu vida en mejor que la mía, pero tú que eres  mi amigo, que me quieres, respétame y no me obligues a hacerlo. Tú solo muéstrate, dame ejemplo. Déjame aprender por mi mismo, deja que me equivoque. Es mi vida.

         En el espíritu del diálogo, nadie trata de ganar y, si alguien gana, todo el mundo sale ganando. En el diálogo no se trata de obtener más puntos ni de hacer prevalecer una determinada perspectiva porque, cuando se descubre un error, todo el mundo sale ganando. El diálogo es un juego al que podríamos calificar como «ganar-o-ganar» (a diferencia de lo que ocurre en discusiones del tipo «yo-gano-tú-pierdes»). Pero el hecho es que el diálogo es algo más que una participación común en la que no estamos jugando contra los demás sino con ellos.

        En el diálogo podemos agotar los temas, pero nunca a los dialogantes. En este espíritu de diálogo que propongo ante vosotros, todos tenemos que estar dispuestos a cuestionar nuestras creencias. No hay nada incuestionable.

        Hoy viene a dialogar con todos nosotros el filósofo Nietzsche,  (1844–1900) o cómo filosofar a martillazos.

        Pocos filósofos han influido más que Nietzsche en los destinos de occidente. Oteó la crisis de los fundamentos culturales que habían de revolucionar nuestro tiempo, y su doctrina pretende partir de la superación de esa crisis. Al preconizar la negación de unos valores antiguos, anima a afirmar otros nuevos.

        En la estética, ¿cómo comprender sin Nietzsche el advenimiento del arte posterior a él, en busca de la visión superadora, inédita y transformadora?

        En filosofía no pocas corrientes han sentido su impacto. El neokantismo, la fenomenología le debe gran parte de su teoría de los valores, las filosofías de la existencia…; el nacismo de Hitler se sirvió de Nietzsche para justificar sus excesos. No se puede comprender nuestra época sin las aportaciones de Nietzsche.

No basta recordar la transmutación de valores anhelada por la revolución de mayo del 68 en toda Europa
.
         Nos encontramos en el siglo XIX, también sucedieron cosas interesantes, muy interesantes. Siglo de conflictos entre la burguesía y el proletariado, en el que surgen nuevas clases sociales fruto de la revolución industrial. La revolución industrial vino a dar al traste con las reminiscencias del mundo medieval y a superar las ideas de la modernidad. Surgen nuevas clases sociales que se enfrentan al sistema de privilegios anterior, y un  sentimiento nacionalista, que lleva a surgir las últimas naciones de Europa.

        El liberalismo burgués se enfrenta a los valores tradicionales, al racionalismo; el socialismo y el comunismo reaccionan frente al cristianismo. Surgen los movimientos artísticos como el romanticismo, el naturalismo, el realismo, el modernismo. Es el siglo de Sthendal, Baudelaire, Valle- Inclán, Goethe, Victor Hugo, Monet, Renoir, Van Gogh, Picaso. Triunfan las ideas evolucionistas...

        En filosofía están algunos de los más grandes de toda la historia, Hegel (1770 – 1831), a Comte y el positivismo, Carlos Marx, o Darwin, entre otros pensadores importantes de este siglo XIX. Fue el siglo de Goethe, la continuación de los grandes músicos del siglo XVIII, de las corrientes realistas, Es el siglo de Don Juan Tenorio y de Don Francisco de Goya. Y muchos otros....
        
       Pero va a ser el propio Nietzsche quien se va a dirigir a todos ustedes. Con todos Friedich Wilhelm Nietzsche.

        Buenas tardes y muchas gracias por estar ahí. No sé como comenzar o cómo presentarme. Nací un 15 de octubre de 1844 en la ciudad de Röcken, dentro de una familia “que se había tomado la religión en serio, de lo que yo estaba muy orgulloso”. Recibí una gran educación en el humanismo.

        En la universidad, abandoné los estudios de teología por la filología clásica y por la música.

        Continué mi alejamiento del cristianismo por las pretensiones de tener la verdad con exclusión de los demás, y en mis clases me preocupé sobre todo de que los estudiantes adquierieran juicio personal y reflexionaran sobre por qué y cómo saber.

        Aprendí y admiré sobremanera en mi juventud al filósofo Schopenhauer. Su grandiosa obra “El mundo como voluntad y representación” revolucionó todo mi ser, dejó dentro de mí una huella tal que ha rebosado siempre por todos mis poros. También gocé de la amistad del músico Wagner. Yo mismo me ejercité también en este arte. Me entusiasmó y me apasionó la música wagneriana siempre acompañada de ensayos filosóficos, y comprometida con la lucha contra la alienación cultural.

        Más tarde Wagner me decepcionó cuando se incorporó a la cultura tradicional alemana y a los círculos antisemitas.

        Tantos y tantos pensadores a lo largo y ancho de toda la Historia de la humanidad han nutrido mi alma.

        A los 25 años ya era profesor de universidad, en la que puede verse mi huella, y a los 40 me sobrevino una grave enfermedad mental que no me abandonó hasta la muerte.

         Se dice que mi pensamiento no es nada fácil de comprender. Claro, depende de lo que cada uno vaya buscando. Mi pensamiento no sigue unas reglas más o menos rígidas, no es sistemático, sino que fluye en continua evolución. Asciende y desciende continuamente. Pertenezco a esos filósofos a los que es preferible leer directamente más que escuchar lo que alguien o yo mismo venga a hablar sobre el tema.

        He querido ser diferente, y tener un estilo propio, idóneo a mi personalidad. Me gusta dejar los temas abiertos al debate, sugerir en lugar de afirmar, por lo que dicen que mi filosofía se vuelve enigmática y misteriosa. También dicen que soy brillante. 

         No me gusta ser sistemático, pues los grandes sistemas filosóficos han colaborado a crear las mayores aberraciones de la historia de occidente. La filosofía como sistema se convierte en algo hecho, rígido, muerto, incluso dogmático. Todo lo contrario de lo que yo he querido proponer: mi filosofía es búsqueda continua de la verdad, pensar sin certezas, algo vivo.

“He llegado a mi verdad por muchos caminos y de muchas maneras, no he subido por una sola escalera a la altura desde donde mis ojos miran a lo lejos. Y siempre me ha costado trabajo preguntar por los caminos, nunca me gustó. He preferido siempre interrogar y someter a prueba a los mismos caminos.

Probando e interrogando, esa fue siempre mi manera de caminar. Y, en verdad, hay que aprender también a contestar a tales preguntas. Pero ese es mi gusto, ni bueno ni malo, sino mi gusto, del cual no tengo que avergonzarme ni porqué ocultarlo.

Este es mi camino ¿dónde está el vuestro? Así contestaba yo a los que me preguntaban el camino. Porque el camino… el camino no existe”.

        No sé si me conocéis, si habéis leído alguno de mis libros o si, como suele suceder muy a menudo, sabéis más por lo que os han contado que por haberme leído. En este caso vuestra opinión dependerá, en gran medida, de quien os la haya contado.  Hoy quiero mostrarme tal como creo que soy.

         Mi pensamiento, como algo vivo es más difícil de entender que el de otros filósofos más sistemáticos; a estos se les explica fácilmente, pues se conoce “su filosofía”. Mi filosofía consiste en no ser filosofía. 
  
         Tampoco quiero que se me recuerde como un icono más, como otra obra de arte expuesta en un museo, no. Mi filosofía no está muerta, sino que es vida permanente, que rompe las barreras del tiempo para continuar martilleando incesantemente las conciencias, con el propósito de abrir nuevas rutas en este nuestro caminar por la vida. Yo enseño cómo filosofar a martillazos.

     Ya sabéis que todos somos filósofos, si sabemos y queremos amar, pues

El amante de la filosofía, y no el que está casado con ella, es el verdadero filósofo

        Mis obras son regalos para la humanidad, han conseguido un estilo vivo y bello. ¡Quien no ha disfrutado leyendo. Así habló Zaratustra, por ejemplo. O Humano, demasiado humano, La Gaya ciencia, Más allá del bien y del mal. El ocaso de los ídolos. El Anticristo, Ecce homo, Aurora, etc., todas pueden hacer disfrutar y aprender a…

         Me han llamado filósofo de la denuncia o de la sospecha, juntamente con otros contemporáneos míos. Tal vez ustedes, igual que yo mismo, se hayan extrañado de que existiendo unas condiciones materiales muy favorables y unas excelentes ideas filosóficas, nuestra sociedad no haya avanzado demasiado en los asuntos de desarrollo humano, en la práctica de estos derechos, y existan guerras, abusos, injusticias, atropellos, marginaciones, etc., esto ya es una denuncia. He denunciado estas situaciones de injusticia, de inmoralidad, de nihilismo, existentes en nuestra moderna sociedad, y he practicado una filosofía desenmascaradora y agresiva, ofreciendo nuevos y más cabales caminos.  Esto podría considerarse una denuncia, un denunciar un estado de cosas para, a partir de cualquier posible nihilismo (nihil =nada), poder continuar con nuevos bríos.

 La crítica a los valores occidentales: el nihilismo


        Mi filosofía denuncia los valores de la cultura occidental, esta cultura nuestra, a la que llaman civilización y que está basada, fundamentada en las doctrinas socráticas, platónicas y cristianas. Está asentada sobre la metafísica socrático-platónica y sobre el cristianismo y la moral que éste engendra.

        Lo primero que constatamos es que si algo caracteriza a la civilización (tradición) occidental es que es hostil a la vida, que  la odia, que ha trastocado los valores de la vida.

         En educación puedo decir que no es aprendiendo lo dicho o lo escrito para repetirlo y sonorizarlo como uno se forma, sino que ha de inventarse uno su modo de ser. Se hace necesario fomentar estímulos para la elevación y perfeccionamiento del hombre.

         Una democracia que, lejos de la política y dictadura de partidos, que imponen el despotismo para conseguir votos, libere al hombre para una convivencia democrática auténtica.

         Si observamos la filosofía, todas las corrientes filosóficas del siglo (no voy a enumerarlas) son manifestaciones tardías de estos valores anti- vida.

           La filosofía consiste realmente en cuestionarse, en revisar todo, mi pensamiento se encuentra a la altura de las circunstancias; en este sentido es uno de los más filosóficos. Pretendo denunciar que toda la realidad, la verdad que nos han transmitido, la moral, la religión, la cultura occidental, incluso la misma razón; todas ellas pueden no ser tan racionales como parecen. Todos hemos podido comprobar en innumerables ocasiones que lo que hemos visto o escuchado muchas veces llega a resultarnos tan familiar, que se nos ha convertido en algo demasiado evidente, y nos parece lo más lógico del mundo.

         ¿Se han fijado ustedes en la tarea de los filósofos? Son egipcíacos, se han dedicado a la misma tarea que los egipcios, a hacer momias. Han cogido la filosofía viva para matarla, enlatarla y ofrecerla muerta, momificada. Solamente sirve para ponerla sobre un papel de examen, sobre páginas muertas de libros muertos, y para presumir de eruditos. ¿A quién puede interesar una filosofía así?

      Mi crítica a la tradición occidental se dirige fundamentalmente en tres frentes:   

1. La crítica a la moral (socrático-cristiana). (Moral de esclavos).
2. La crítica al cristianismo.
3. La crítica a la metafísica socrático-platónica .

        Comenzamos con este texto de la obra "Así habló Zaratustra"

       “¿No habéis oído hablar de aquel hombre loco que, con una linterna encendida en la claridad del mediodía, iba corriendo por la plaza y gritaba: “busco a Dios”. Y que precisamente arrancó una gran carcajada de los que allí estaban reunidos y no creían en Dios? ¿Es que se ha perdido?, decía uno. ¿Se ha extraviado como un niño?, decía otro, o ¿es que se ha escondido? ¿Tiene miedo de nosotros? ¿Ha emigrado?, así gritaban riendo unos con otros. El hombre loco saltó en medio de ellos y los taladró con sus miradas. “¿Adonde se ha ido?”, exclamó, voy a decíroslo. Lo hemos matado nosotros. Vosotros y yo. Todos somos sus asesinos, pero ¿Quién nos ha dado una esponja capaz de borrar el horizonte?¿Qué hemos hecho para desprender esa tierra del sol? ¿Hacia dónde se mueve ahora? ¿Hacia dónde nos movemos nosotros, apartándonos de todos los soles? ¿No nos precipitamos continuamente?, ¿hacia atrás, adelante, hacia un lado y a todas partes? ¿Existe todavía para nosotros un arriba y un abajo? ¿No vamos errantes como a través de una nada infinita? ¿No nos absorbe el espacio vacío? ¿No hace más frío? No hubo nunca hecho más grande –y cuantos nazcan después de nosotros pertenecerán a una historia superior a toda la historia precedente, a causa de este hecho. Este suceso enorme está todavía en camino, no ha penetrado aún en los oídos de los hombres. El relámpago y el trueno necesitan tiempo, la luz de las estrellas necesita tiempo. Los hechos necesitan tiempo, aún después de haberse realizado, para ser vistos y oídos”.

                  “Donde termina el reino de Dios, comienza la vida”
      

        Después de la denuncia a la moral (socrático-cristiana). (Una moral de esclavos), haré una crítica al cristianismo, para terminar con la crítica a la metafísica socrático-platónica, a la ontología  y a la ciencia.

                                 “DIOS HA MUERTO”
    
         Ha muerto el Dios falseado por los hombres, el Dios del cristianismo, el viejo Dios. La muerte de Dios y no el nacimiento de Cristo es el hecho más importante de la Historia. Ya somos libres para emprender la gran tarea de la transvaloración. La inquietud de Dios aguijonea continuamente a los hombres.

        “La fe en el Dios cristiano se ha hecho increíble

        Hay hoy muchos movimientos de masas, muchos rebaños que comparten la psicología común de la masa. ¿Dónde ha quedado el individuo y sus valores personales?

        No comparto la pena y el altruismo, detesto el énfasis de la cristiandad en la piedad que eleva a los de mente débil. Desprecio al Estado, a los socialistas y a los anarquistas. Tampoco me llenan las democracias. Todos siguen una moral del rebaño, del resentimiento. Sólo ciertos individuos pueden romper esta moral de esclavos.

a) Lo apolíneo y lo dionisíaco

"Zeus ha terminado todas las cosas –dice un verso órfico-, y Dionisos les ha dado remate. Este remate es la creación de la belleza".

        En Leipzig, durante mi período universitario, cayó en mis manos “El mundo como voluntad y representación” de Schopenhauer. Conmovió profundamente mis entrañas. Comprendí que la vida es una irracionalidad cruel y ciega, dolor y destrucción. Y que el arte es el único que puede ofrecer al individuo la fuerza y capacidad necesarias para afrontar el dolor de la vida, diciéndole sí, afirmándola.
En mi primera obra “El origen de la tragedia” escrita en 1872, siendo ya profesor universitario en Basilea, mostré que los griegos (presocráticos)  ya sabían que la vida es terrible, inexplicable y peligrosa. Pero aunque comprendían el carácter real del mundo y de la vida humana no se entregaban al pesimismo volviendo las espaldas a la vida. Lo que hacían era transformar el mundo y la vida por medio del arte. Y por eso eran capaces de decir sí al mundo como fenómeno estético.


        Ahora bien, había dos formas de hacerlo, las actitudes apolínea y dionisíaca. Apolo es símbolo de la luz, de la medida, de la serenidad, del límite. Representa el principio de individuación. La actitud apolínea está expresada en el mundo brillante de la visión de las divinidades olímpicas por sus formas bien acabadas y armónicas. Bajo la moderación, bajo su devoción al arte, a la belleza y a la forma puede verse el oscuro, turgente e informe torrente del instinto, del impulso y la pasión que tiende a arrasar todo a su paso

         Ahí está Dionisos, que es lo contrario, es el símbolo de la vida misma, que rompe todas las barreras e ignora todas las limitaciones. Es el símbolo de lo caótico e informe. En los ritos dionisíacos los devotos, ebrios, pasaban a ser uno con la vida.

        Ahora bien, si aceptamos que la vida es en sí misma un objeto de horror y terror, dolor y sufrimiento, y que el pesimismo -en la actitud negativa de la vida- puede eludirse sólo por la transmutación estética de la realidad, existen sólo dos formas de hacerlo:

1. Cubrir la realidad con un velo estético creando un mundo ideal de forma y belleza. Esta es la forma apolínea, que tuvo su expresión en la mitología olímpica, en las artes épicas y plásticas.

2. La otra posibilidad es la de afirmar triunfalmente y abrazar la existencia en toda su oscuridad y horror, dolor y sufrimiento. Ésta es la actitud dionisíaca y sus formas artísticas peculiares son la tragedia y la música. La tragedia transforma realmente la existencia en un fenómeno estético y la exhibe, la afirma.

        La tragedia griega no es mero espectáculo. En ella asistimos a una historia que nos cuenta el coro. Así la historia misma es espectáculo para el coro. Y la historia que cuenta el coro, espectáculo para el espectador (visión apolínea). Este alejamiento de la historia misma (la vida) es transmutación estética de ella a través del coro (elemento esencial de la tragedia griega) y con ello, inmersión en la vida misma. En consecuencia, la tragedia no es mero espectáculo, es la afirmación de la vida.

        Lo importante de El origen de la tragedia es que la suprema realización de la cultura griega radicaba en una fusión de elementos apolíneos y dionisíacos. En esta fusión se encuentra el fundamento para una norma cultural. La cultura auténtica es una unidad de la fuerzas de la vida, el elemento dionisíaco, con el amor a la forma y la belleza, característico de la actitud apolínea.

        Si la existencia se justifica como un fenómeno estético, la flor de la humanidad estará constituida por aquellos que transforman la existencia en tal fenómeno y capacitan a los hombres para que la vean de este modo y la afirmen, por aquellos que con su voluntad digan sí a la vida de cualquier modo y en cualquier circunstancia. En otras palabras, el genio creador será el producto cultural más elevado.

        El problema es que la cultura griega entró en crisis. Cuando Eurípides intentó eliminar de la tragedia el elemento dionisíaco en favor de elementos morales e intelectualistas, eliminando para ello el coro, la clara luminosidad de la vida se transformó en la superficialidad de la razón cuyo máximo representante es Sócrates (y su discípulo Platón). Sócrates tiene la loca presunción de comprender la vida mediante la razón, de conceptualizarla, abarcarla. Así aparece la decadencia que se caracterizará por su hostilidad a la vida y que será culminada por el cristianismo y que dura, hasta nuestro tiempo, siendo patente a través de las principales manifestaciones de su época: hegelianismo, socialismo, positivismo.

b) Crítica a la moral tradicional

        La fuerza primigenia es la vida, es el criterio de valor absoluto de todo, la moral vigente, socrático-judeo-cristiana reniega de los valores vitales y nos propone otros.

        Todos estos valores impuestos, bajo los que vivimos, tienen su origen en la violencia, en la usurpación, en el engaño. La misma filosofía tradicional que procede del platonismo,  cuando niega la realidad de este mundo y la sitúa en otro distinto, está contribuyendo fatalmente al “complot del cristianismo” que quiere basar la vida humana en un más allá, en un cielo salvador.

        La visión religiosa del mundo ha envenenado profundamente los deseos y ha construido patrones deformados de amor y anhelo.

        Ciertas formas del arte se han convertido en cómplices poderosos del anhelo religioso, por lo que es necesario reconstruir todas estas formas. Estos dos mil años de cristiandad han dejado una huella tremenda en la autoconcepción del ser humano.

        El ser humano se encuentra tan radicalmente alienado de la humanidad natural de su cuerpo, tan profundamente sumergido en el anhelo de un final feliz en otro mundo (en contraste con el cual este mundo parece tan pobre y detestable), que la eliminación de la esperanza religiosa crea una crisis de nihilismo
.
        Los patrones de deseos religiosos y teológicos son tan profundos en nosotros, el horror por el cuerpo está tan arraigado, que no está claro que en nuestro interior haya ningún tipo de vida rica que no está hecha a imagen de la religión; nada, por tanto, que nos motive para construir una nueva vida tras su desaparición. La amenaza del nihilismo es la perspectiva del colapso de la voluntad, la negativa a continuar ordenando y valorando.

        La tarea es superar esta vida humana más allá del nihilismo.

         El primer paso es el desmantelamiento de las creencias religiosas y los deseos teleológicos. Afirmar una vida jubilosa afirmativa para el espíritu y el cuerpo reunidos, una vida verdaderamente más allá del asco, del pecado, del remordimiento. El arte tiene un papel positivo y capital que desempeñar a la hora de devolver al hombre a sí mismo y a la tierra.

         La vida que llaman verdadera, la que existe en el más allá, es la que dicta e impone la moral, las normas y las metas que debemos aceptar aquí. Así el orden moral no lo hace el hombre, sino que proviene de un Dios trascendente. Esta vida no vale por sí misma, sino en cuanto se encamina hacia la salvación en la otra. Precisamente éste es el signo de la decadencia de occidente, del nihilismo imperante en esta sociedad. Reclamo la dignidad de la vida.

        Propongo cambiar todo el sistema de valores. Proclamo que la única realidad es la vida, lo que favorece y dice sí a la vida, a esta vida de aquí. Esta nueva verdad permite a todo hombre aprovechar al máximo sus posibilidades. Este es el valor supremo. Y claro, la fría razón cartesiana no sirve para conocerla, sino que necesitamos nuevos caminos como la intuición, la vivencia, la experiencia inmediata, la simpatía, o la metáfora.

         Esta afirmación de la vida como desarrollo pleno del ser humano constituye el nuevo bien, la nueva verdad, la única y auténtica verdad. “Atrévete a ser lo que eres”, a vivir lo más acorde a tus instintos. La vida se basta a sí misma y, por tanto, merece la pena vivirla por sí sola. La vida como obra de arte, como algo a esculpir.

        Nadie debe contentarse con seguir valores de otros, sino que descubre los propios, como exigencia de su propia vida. La vida de cada uno es nueva y nos exige elegir los valores que la favorezcan

         Los valores estéticos son los primeros que favorecen la vida como obra de arte y transforman la sociedad y la cultura. Los griegos presocráticos, de la época más fértil de Grecia descubrieron “bellas posibilidades de vida”, hasta que la moral socrática se hizo conocimiento. El arte expresivo, siempre inacabado, con voluntad de más y mejor, es la tarea más elevada de la vida. “El hombre no es ya un artista, sino una obra de arte”. “Ver la ciencia bajo la óptica del artista y el arte bajo la de la vida”.

         “Es más importante cambiar el gusto general que las opiniones”.

        Todo tiene un ritmo, como en poesía y música, en sintonía con el ritmo humano:

        “Con el ritmo el hombre lo podía todo, fomentar mágicamente un trabajo, obligar a un dios a que aparezca, a que escuche, disponer el futuro conforme a la propia voluntad, descargar el alma propia de cualquier exceso.. Sin el verso uno no era nada, con el verso lleagó a hacerse casi un dios”.

        Esta vida, esta existencia, no termina, vuelve en grandes ciclos hasta el infinito. La religión nos enseña otra cosa, pero no es lícito justificar todo un sistema moral y de valores a partir de creencias religiosas, ya que, de hacerlo, se actuaría de un modo falso y erróneo.

        Se ha dado como moralmente bueno lo que se acomodaba a las conveniencias sociales de domesticación. Una moral de apariencia e hipocresía, incapaz de ayudar al ser humano a ser más humano y que lo aliena. Bueno y malo han sido considerados como distinguido y bajo, señor y esclavo. Prohibido robar o fornicar, para unos, pero no para otros. Es una moral de linajes.

        Como consecuencia de ello, propongo la destrucción de los valores tradicionales decadentes, nihilistas, que imperan en nuestra sociedad actual.  La moral es antinatural, es hipocresía. Esta moral que hemos heredado es una fusión de la filosofía de la antigua Grecia, y la tradición judeo – cristiana. Es una moral que mantiene unos valores ya trasnochados, que ya no responden a las necesidades del hombre actual, por lo que hay que desecharlos y buscar otros más apropiados.

        El último paso de esta moral caduca lo marcó Kant ofreciéndonos una ética del deber, basada en una ley formal, sin contenido.

        Estos valores tradicionales en los que nos han adoctrinado desde niños van contra la propia naturaleza,  porque no la valoran, y además están basados en un resentimiento contra la vida. Por eso, el primer paso para que haya vida es destruir los valores que quieren matarla. Este es el reto que aún tiene la humanidad, que todos tenemos hoy día, renovar el conjunto de principios morales sobre los que se asienta la sociedad.

          Hay dos clases de hombres: los señores y los esclavos. La moral tradicional es la moral dialéctica del amo y del esclavo, que debemos superar. Lo bueno, lo noble, pertenece al señor, lo malo al siervo. Es propio del siervo la cobardía, el temor, la compasión, la debilidad, todo lo que disminuye el impulso vital. El señor tiene fe y confianza en sí mismo, tiene orgullo propio.

        No sirve ya una moral propia de esclavos, una moral de oprimidos y débiles, que solo saben condenar a los que han triunfado en la vida. Es una moral que denigra el poderío, el dominio, la gloria y eleva a virtudes las cualidades de los débiles: la humildad y la compasión. Los esclavos inventan una moral que haga más llevadera su condición de esclavos. Como tienen que obedecer a los amos, dicen que la obediencia es buena y que el orgullo es malo. Critican el egoísmo y la fuerza
.
        Lo que va a permitir al ser humano salir de su condición animal y desarrollar cualquier forma de civilización, es el constante desbancamiento del débil por el poderoso, del incompetente por el competente, del estúpido por el inteligente, del apocado por el espabilado, del mezquino, del cobarde, del mediocre, del prudente, del servil, del indiferente, del perezoso, del dócil, por el emprendedor, el innovador, el seguro de sí mismo, el aventurero, el audaz, el imaginativo, el creativo, el astuto, el valiente, el curioso, es decir, el líder. A esto debe aspirar el ser humano.

         En esto consiste el ideal de superación que la realidad como proceso demanda; y para ello el hombre tiene que liberarse de los principios propios de los esclavos y dedicarse a vivir la vida, a desarrollar todo su potencial.

          En este afán de superación iba construyendo el hombre su vida, hasta que en un momento de la historia aparecieron los moralistas como Sócrates o Jesús afirmando que las leyes debían proteger al débil de la agresión del poderoso, elevando al rango de virtudes los rasgos característicos del esclavo: una vida al servicio de los otros, al sacrificio y la resignación.

         La misma vida me dijo “yo soy aquello que siempre tiene que superarse a sí mismo”, es la Voluntad de poder. El hombre mismo tiene que ser superado.

c) Crítica a la religión

         En  El Anticristo, muestro cómo la cristiandad se ha convertido en una ideología establecida por instituciones como la Iglesia, y cómo las iglesias han fallado a la hora de representar la vida de Jesús. Es importante distinguir entre la religión de la cristiandad y la persona de Jesús. La religión cristiana, representada por iglesias e instituciones ha cambiado los valores, ha hecho la «transvaloración» de los valores instintivos saludables. Transvaloración, es el proceso por el cual el significado de un concepto o ideología puede ser puesto al revés a su topónimo. Es una religión subversiva (como un arma psicológica subversiva) dentro del Imperio Romano por el apóstol Pablo como una forma de cobrar venganza por la destrucción romana de Jerusalén y el Templo durante la Guerra Judía.

        Jesús transcendió las influencias morales de su tiempo creando su propio sistema de valores. Jesús representaba un paso hacia el suprahombre, aunque en contraste con el suprahombre, quien abraza la vida, Jesús negaba la realeza en favor de su «Reino de Dios». La negación de Jesús para defenderse a sí mismo, y su muerte, eran consecuencias lógicas de su desajuste de sistema de ideas. La historia de la Cristiandad, ha ido distorsionando progresivamente de modo grotesco las enseñanzas de Jesús. Los primeros cristianos por convertir a Jesús en un mártir y la vida de Jesús dentro de la historia de la salvación de la humanidad como motivo para dominar a las masas, encontrando a los apóstoles cobardes, vulgares y resentidos. Las sucesivas generaciones malentendieron la vida de Jesús, mientras la influencia de la cristiandad crecía. En el siglo XIX, la cristiandad se ha vuelto tan mundana para hacerse una parodia de sí misma, una total inversión del mundo que era, en principio, nihilista.

        La historia de la humanidad cambió los valores y nos ha conducido hasta aquí, hasta esta situación penosa en la que nos encontramos. Vivimos alienados por una cultura sin vida. Este es el síntoma de la decadencia de occidente y la negación de lo hermoso y positivo de la vida. Viene anunciándonos la llegada del nihilismo.

       El nihilismo representa la pérdida de sentido de la cultura occidental. Dios ha muerto, no existe otro mundo distinto de éste que nos diga lo que debemos ser o hacer, nos hemos quedado sin brújula, desorientados. La vida no tiene sentido. Esto es el nihilismo: pérdida de la fe en los valores supremos y pérdida del sentido de la existencia.

         En contra de lo que nos han enseñado, los antiguos principios dominantes, que son propios de esclavos, las normas morales tradicionales, no tienen una procedencia divina, sino que han sido impuestos por otros hombres, salidos igualmente de la plebe, para someterlos en su propio interés.

        Nos han presentado a Dios como la gran objeción contra la vida, contra la existencia, nosotros negamos a Dios y redimimos al mundo. No necesitamos a Dios para sentirnos libres. Dios ha muerto.

        El hombre se encuentra desorientado. En esto consiste el nihilismo, pero es necesario llegar a esta situación, darse cuenta de ella, para construir una nueva tabla de valores, para comenzar una nueva vida, lo que dará lugar a la llegada de la gran “aurora”, creadora de sentido
.
       Terminando con esta situación de valores transcendentes, impuestos, basados en la autoridad de un dios, en un mundo sin dios, no tiene sentido hablar del origen trascendental de la moral, sino que toda moral debe ser una creación auténticamente humana.

        La aurora se nos presenta como un instinto natural, afirmación de vida, potenciación de la propia vida, es la voluntad de poder, síntesis vital, energía irracional que subyace a todo lo real, que no necesita racionalizar, momificar. Es el ser como voluntad de poder, que consiste en creatividad, vida, verdad, conocimiento, sensación de poder ser más. Desarrollar el poder creador dionisíaco de la vida. Es la única forma de acceder al ser superior, al superhombre, que acabará con el falso hombre metafísico. Todo aquel que desarrolle al máximo su potencial se convierte en un ser superior, en el superhombre.

        Los instintos son una fuerza que va más allá del sólo impulso a sobrevivir, protegerse y reproducirse de todos los seres vivos, de sólo ser esto la vida se estancaría. La supervivencia es una de las consecuencias de un deseo aún mayor, impulso hacia una supravivencia, un deseo perpetuo de todo ser vivo por ir más allá de todos, el todo y hasta más allá de sí mismo, más allá de la muerte. Este impulso irracional o deseo perpetuo por expandirse impreso en cada ser es lo único que da sentido a la existencia, paradójicamente “razón de ser” y es la fuerza principal dentro de la visión trágica o dionisíaca.

        Las teorías posteriores de Freud respecto al inconsciente probablemente fueron inspiradas en gran parte por los conceptos de lo dionisíaco y la voluntad de poder, las cuales Freud relacionó a los instintos sexuales primitivos, por encima de cualquier otro instinto, y su represión y control excesivo por el consciente o parte apolínea del ser como generadores de la histeria y otras dolencias.

La metafísica

“LOS DIOSES HAN MUERTO (...)  DE RISA AL OIR DECIR A UNO DE ELLOS QUE ÉL ES EL ÚNICO DIOS”

         Con esta frase quiero explicar que ha muerto para siempre todo intento de razón dogmática, así como la invención de otro mundo distinto de éste. Lo que se abre camino a la vida es la pluralidad de perspectivas, el ser como devenir, siempre haciéndose y siempre sin hacerse.


La crítica a la metafísica occidental

        La metafísica tradicional se asienta sobre un error: considerar que los valores de las cosas no están en ellas (en la vida) sino en un mundo ultraterreno de esencias.

     Así el filósofo ha inventado otro mundo metafísico, abstracto, para explicar este. Curiosamente un mundo antitético que se opone y niega a este. El mundo que llaman real se opone al mundo del devenir que es el del no-ser. Lo que tiene de ser este mundo se encuentra fuera de él. Lo tiene "de prestado".

         Esta metafísica idealista pone su confianza ciega en la razón y en los valores vacíos, abstractos, que la razón ha inventado para ahogar la espontaneidad de la vida. Nos habla de verdad, de ser, de uno...de lo que no existe, y renuncia a lo que realmente existe. A los valores vitales.

        ¿Quién puede albergar duda alguna sobre la existencia de un único mundo, nuestro mundo en constante devenir? Precisamente este devenir, este mundo cambiando eternamente, creándose y destruyéndose para volver a surgir, es lo que ha llevado a alguien a pensar que no es un mundo real, sino que es una mera apariencia.

        Esto sucede a quienes no son capaces de vivir la vida, de hacer frente a su propia vida, a sus emociones. A los que tienen prejuicios contra la vida y se inventan otro mundo al que llaman real y verdadero, con características opuestas al anterior y que se encuentra en el más allá.

        Ese mundo inventado, que dicen verdadero, es un mundo estático, no admite cambio alguno, es inmutable, no tiene vida. ¿Recordáis el mundo platónico? En él reside también la verdad fija e inmutable, y para conocerlo necesitamos unas categorías adecuadas a esta verdad. Estas categorías son los conceptos, la razón.

        El ser humano inventa conceptos para captar un mundo y una realidad igualmente inventados. Estos conceptos fantasmas vienen a ser las huellas del no – ser, de la nada, de la decadencia. Lo que hacen los filósofos es momificar el devenir, lo vivo, por medio de estos conceptos disecados, sin vida. El resultado es que hablan del ser, pero no pueden, son incapaces de conocerlo.

        La verdadera realidad, que es la vida en devenir, solo puede ser captada por los sentidos. No se puede racionalizar. La razón, “esa vieja hembra engañadora”, se ha convertido en aliada de los impostores que utilizan sus conceptos para hacer generalizaciones tratando de atrapar, de comprender, las cosas en su multiplicidad, pero éstas se escapan a través de sus dedos, no se dejan atrapar bajo una misma etiqueta pues “nunca son idénticas”. Por eso quieren negar toda multiplicidad.

         Pero las cosas suceden al revés, el ser etiquetado por la razón es solamente apariencia, aunque la razón necesite para ser ella este mundo aparente. Es otra forma de desear ser engañado y vivir feliz refugiado en la vida simple del engaño. La metafísica y la ciencia son valores vacíos que han ahogado la espontaneidad de la vida bajo el peso de abstracciones formales.

        Nuestra sociedad se encuentra postrada ante una situación de nihilismo, que puede y debe superar. Para ello tiene que recuperar la auténtica realidad, la realidad plural y cambiante. Esta auténtica realidad es la vida en toda su riqueza, la alegría de vivir.

        El cometido de la filosofía es reforzar  la alegría hacia la vida, la alegría de vivir. La filosofía es alegría, y los sentidos, no la razón, son el único medio de que dispone para comprenderla. Claro que para ello hay que amar la vida de forma que se quiera volver a vivirla. La vida como eterno retorno.

                   VOSOTROS, HOMBRES SUPERIORES, APRENDED A REÍR

        ¿Y las ciencias?

         El sí a la vida es la afirmación más apremiante del saber en todos sus grados. Las ciencias son también voluntad de poder, energía creadora de vida.

        La utilización de la razón ha llevado a las ciencias a querer matematizar la realidad, a matematizarlo todo, creyendo ingenuamente que así dominaban el mundo. ¿Se habrán dado cuenta ya de que no han sido capaces de conocer nada? A lo sumo, habrán podido llegar a cuantificar, a medir el mundo, pero a nada más. Las cosas son diferentes y no se dejan cuantificar.

        Por esta razón quienes quieren confundir las cualidades con las cantidades están en un grave error y cometen una gran locura. Supongamos, que alguien quiere valorar una pieza musical según lo que de ella pudiera ser pesado, contado, calculado, etc. ¿No parece absurda esa pretensión de las ciencias?

        Teoría del superhombre . El hombre, como parte de la realidad procesual, es un ser que vive, que vive la vida para realizarse en plenitud y que tiene que ser superado. Somos una plataforma hacia el  superhombre que tiene que llegar sin remedio. Somos los precursores que tenemos que prepararle la llegada. El superhombre impondrá en el mundo los nuevos valores.

“Hemos de mirar nuestra gran tarea, para preparar la tierra como una planta de la mayor fertilidad, una tarea de la razón para la razón”.

“Lo grande que hay en el hombre es que es puente y no un  objetivo”.

        Ser este puente es sentir el inconformismo y tener voluntad de ser algo mejor y correr el riesgo, lo que no se da en los vivientes no humanos.

        El hombre es un ser incompleto, pues todo animal da lugar a algo superior. Es un puente entre el simio y el Superhombre, es algo que debe ser saltado, superado. El Superhombre es aquel ser que tiene una moral de nobles, es un noble, y acepta la voluntad de poder: es un hombre legislador, él crea sus propias normas, morales y de todo tipo, además es un hombre que somete las cosas a su voluntad, es un hombre vital: ama la vida y este mundo. Además es un ser que acepta el Eterno Retorno, pues cuando toma una decisión realmente la quiere tomar, y no se arrepiente de sus actos. Sabe que la vida es en parte dolor y en parte placer, pero no reniega de ello.

        El niño es el verdadero superhombre, pues es inocente, cree en su propia moral, sigue sus propios valores.

        En la llegada del superhombre, se dan las tres metamorfosis que debe sufrir el espíritu. En primer lugar, se convierte en camello, que no es creador y simboliza a quienes se contentan con obedecer ciegamente; solo tienen que arrodillarse y recibir la carga, soportar las obligaciones sociales, obedecer sin más los valores que se presentan como creencias.

        En un momento de su vida, el camello aspira a la libertad, descubre que quiere ser más y se convierte en león, el gran negador, símbolo del nihilista, que rechaza todos los valores tradicionales con los que le han adoctrinado. Es el yo quiero.

        Pero este león siente que necesita transformarse en niño, superar su autosuficiencia para poder vivir libre de prejuicios y crear una nueva tabla de valores. No es por la fuerza del león, sino la inocencia del niño, como se accede a una nueva vida en libertad. El juego del niño, lo inútil, es creatividad de vida.

        Sin embargo, el superhombre se rebela contra este estado de domesticación, de degeneración, como animal aprisionado por el cristianismo. Hace caso omiso de los prejuicios de la gente; no cree en la igualdad, que es una artimaña de los débiles de espíritu, de los cristianos y de los socialistas. La igualdad solo lleva a una moral de rebaño, de esclavos, de alienación espiritual.

        El superhombre no se deja adoctrinar, ni convencer por oradores del mercado o del partido. Es libre y ama al ser humano no por lo que es, sino por lo que ha de llegar a ser.

“Allí donde el estado acaba, ¡mirad allí, hermanos míos! ¿No veis el arco iris y los puentes del superhombre?

El eterno retorno:

“…todas las cosas se repiten eternamente y nosotros con ellas  y que nosotros hemos existido infinitas veces y con nosotros todas las cosas”.

“Todo pasa, todo vuelve, la rueda del ser rueda eternamente. Todo muere, todo florece de nuevo, el año del ser corre eternamente”.

        El Eterno retorno cumple dos funciones. La primera es remarcar el amor a la vida. Los cristianos postulan un paraíso, Platón el mundo de las ideas. Después de esta vida está otra vez la tierra, el mundo: porque no hay nada más. Por otro lado cumple una función ética. Quien acepta el Eterno Retorno, se previene y acepta sus actos. Con el dolor que puedan contraer, con el placer que puedan conllevar: no hay lugar para el arrepentimiento.

Aspecto ontológico

        La investigación de la filosofía occidental acerca de la realidad es la investigación del Ser. Es decir, del fundamento último e inmutable de la realidad. Ese fundamento es lo único real. Además, la condición de posibilidad de la realidad.

        El ser es algo extramundano ya que el mundo es movimiento continuo, devenir, no-ser. No hay ser, sino seres particulares, que viven y sufren y disfrutan. El filósofo occidental distingue entre realidad y apariencia. El mundo en que nos desenvolvemos es el mundo de la apariencia.

        Este juicio de valor es un juicio negativo porque niega la realidad fundamental: la vida. La vida es la realidad primordial. Y esta es devenir. Por eso hay que acabar con toda la ontología que niegue la vida que no la deje ser como ella es.

        La razón (tal como la presenta Occidente) es la causa de que todos falseemos el testimonio de los sentidos. Crítica a la ontología occidental en cuatro tesis:

"Primera tesis. Las razones por las que "este" mundo ha sido calificado de aparente fundamentan, antes bien, su realidad -otra especie de realidad es absolutamente indemostrable".

Las categorías que emplea la ontología occidental desde los modos de ser aristotélicos hasta los modos de conocer kantianos muestran, intentan justificar, la realidad de lo que ellos llaman apariencia pero no son más que máscaras que, en el fondo, afirman la vida al intentar negarla. ¿Por qué? Porque tienen su base aquí.

Las categorías occidentales son, por tanto, erróneas, mas el hombre occidental necesita del error de ellas, del error de la razón, para poder vivir con cierto reposo, seguridad y calma.

"Segunda tesis. Los signos distintivos que han sido asignados al "ser verdadero" de las cosas son los signos distintivos del no-ser, de la nada -a base de ponerlo en contradicción con el mundo real es como se ha construido el "mundo verdadero": un mundo aparente de hecho, en cuanto es meramente una ilusión óptico-moral".

Lo que el mundo que la ontología clásica ha llamado "real" es "aparente". Es ilusorio porque basa sus categorías en la nada. La nada es la negación del ser, y el auténtico ser es la vida. Además, la causa de este odio contra la vida: el punto de vista de la moral inventada por los débiles que intenta contener a los fuertes que son los únicos capaces de asumir la única realidad existente, la vida, en toda su crudeza.

"Tercera tesis. Inventar fábulas acerca de "otro" mundo distinto de éste no tiene sentido, presuponiendo que no domine en nosotros un instinto de calumnia, de empequeñecimiento, de recelo frente a la vida: en este último caso tomamos venganza de la vida con la fantasmagoría de "otra" vida distinta de ésta, "mejor" que ésta".

La metafísica lleva al empequeñecimiento de la vida, al recelo contra esta, al odio. Es negar la realidad fundamental, la vida, e intentar "vengarse" de ella acallándola a toda costa o, al menos, intentándolo.

"Cuarta tesis. Dividir el mundo en un mundo "verdadero" y en un mundo "aparente" ya sea al modo del cristianismo, ya sea al modo de Kant (en última instancia, un cristiano alevoso), es únicamente una sugestión de la décadence, -un síntoma de vida descendente... El hecho de que el artista estime más la apariencia que la realidad no constituye una objeción contra esta tesis. Pues "la apariencia" significa aquí la realidad una vez más, sólo que seleccionada, reforzada, corregida... El artista trágico no es un pesimista, es dionisíaco..."


         La división del mundo en "verdadero" y "aparente", división propia de la metafísica occidental y, como no, del cristianismo, es un síntoma de decadencia. Es al revés. Occidente ha transmutado la realidad, ha llamado "aparente" a lo "real" y "real" a lo "aparente". Lo que hay que hacer no es deprimirse, ser un pesimista como Schopenhauer, hay que afirmar la vida y afirmarla con la actitud dionisíaca llama a Kant "cristiano alevoso". Para nuestro autor la moral del camello -moral cristiana- y la moral del león -moral kantiana- tienen la misma base. Kant quiere rebelarse con el "Tú debes" pero sigue atado al decálogo. La solución estará en la moral del niño:"Yo quiero").

Aspecto gnoseológico.

        En toda la gnoseología defendida por la metafísica occidental se crea un concepto para conocer la realidad. El concepto es la aprehensión, delimitación, comprensión de la realidad. El concepto,  "inmoviliza" la realidad y la "uniformiza" (recoge lo común, lo general a una clase, a una especie) y define.

        Yo no me contento con una definición que pretenda ser válida para todos y para siempre. La realidad, la vida no es algo estático y para siempre.

       La tarea del filósofo es “encontrar un camino nuevo, no recorrido todavía, para su engrandecimiento”.

        No acepto los conceptos, las categorías. Es absurdo pues la realidad es el devenir y el cambio. El concepto carece totalmente de sentido. Solo la intuición atenta puede captar las vibraciones vitales de cada momento. El conocimiento como instrumento fundamental para impulsar el proceso de la existencia.

¿Y la verdad?

        Lógicamente no existe. La verdad es un conjunto de metáforas, de generalizaciones, de ilusiones que el uso y la costumbre han impuesto y cuya naturaleza hemos olvidado.

        "Metáforas ya olvidadas que han perdido su fuerza sensible, monedas que han perdido su imagen y que ahora entran en consideración como metal, no como tales monedas".

Yo alabo todo escepticismo cuando se me permite responder: probémoslo. Pero no quiero oír hablar de cosa o cuestión alguna que no admite experimentación. Este es el límite de mi sentido de la verdad, pues ahí la valentía ha perdido sus razones”.

        Queda claro que no hay una verdad absoluta. Este concepto es una invención de los filósofos que insatisfechos del mundo del devenir anhelan el confortable mundo del ser.

        El mayor peligro para caer en lo irreal es estar seguro de lo que tengo como verdadero. Las convicciones son enemigas de la verdad y más peligrosas que las mentiras, porque dan rigidez de muerte.

        No necesitamos descartar una afirmación simplemente porque sea falsa. Al contrario, a menudo la falsedad es esencial para la vida.

Muchos pensamientos han entrado en el mundo como errores y fantasmas, y después han llegado a ser verdades…”

        La verdad es ese género de error sin el cual un determinado tipo de seres vivos, los débiles, no podría vivir. La valoración de la vida es, en definitiva, lo más importante, lo único importante.

“La falsedad de un juicio no es todavía para nosotros ninguna objeción contra el mismo….La cuestión es hasta qué punto fomenta la vida, la mantiene, mantiene la especie, y tal vez hasta la castiga..”

“Los acontecimientos y los pensamientos más grandes se llegan a comprender más tarde. Las generaciones contemporáneas no los viven, sino que viven al margen. Sucede algo semejante a lo que ocurre en el reino de los astros. La luz de las estrellas más lejanas llega tardísimo a los hombres. Y antes de que haya llegado, niega el hombre que allí haya estrellas”.

        Y si la verdad no existe. ¿Qué es el lenguaje?

        Evidentemente el lenguaje es el resultado de la razón. Es una creación de la civilización occidental para justificarse a sí misma. Es el abogado permanente de nuestra razón.

        A partir del lenguaje surgen y se justifican las categorías fundamentales de occidente: yo, ser, sustancia, cosa, facultad... Hay que buscar la realidad que hay detrás de las palabras.

        Hay que luchar contra el lenguaje porque la vida no se puede conceptualizar, encerrar en palabras, comunicar. Y mientras no nos desembaracemos de él no podremos superar la cultura occidental.

       El acontecimiento más grande de la Historia -que la divide en dos- es la muerte de Dios, no el nacimiento de Cristo.

         “Nietzsche no necesita intérpretes. Ha hablado él lo suficiente y de la manera más límpida. Solo hay que prestarle atención, sin intermediarios”. (G.Colli)